Cuando me tocó el turno, me sorprendí deslizando la mano por su cadera, notando la piel sedosa de una mujer por primera vez. Me produjo curiosidad. Siempre era yo quien se sentaba encima y se balanceaba sobre el cuerpo masculino. La que deseaba un aliento en el oído, un sexo rocoso y penetrante, unas manos que me agarrasen, que me subieran y me bajaran.
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Enviada por David hace 8 años
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