»¿A qué asirse? ¿A quién dirigir nuestros gritos de angustia? ¿En qué podemos
creer? Lo único cierto es la muerte.
Se detuvo, cogió a Duroy por las solapas del gabán y con voz lenta dijo:
– Piense usted en todo esto joven; piense en ello durante días, meses y años, y verá
la existencia de otro modo. Intente desligarse de cuanto le aprisiona, realice el
sobrehumano esfuerzo de salir vivo de su cuerpo, de sus intereses, de su pensamiento,
de la Humanidad entera para contemplarlo todo, y comprenderá usted qué poca
importancia tienen las polémicas entre románticos y naturalistas y la discusión de los
presupuestos.
Reanudó la marcha con paso más rápido, y prosiguió:
–Pero también sentirá la espantosa desolación de los desesperados. Se debatirá
usted furiosamente en la incertidumbre donde se ahogará. Gritará usted a los cuatro
vientos: «¡Socorro!», y nadie le contestará; tenderá usted los brazos, llamará para ser
socorrido, amado, consolado, salvado y nadie acudirá.
»¿Por qué sufrimos así? Es que, sin duda, habíamos nacido para vivir más según
las leyes de la materia y menos según las del espíritu. Pero, a fuerza de pensar se ha
establecido una desproporción entre nuestra inteligencia, engrandecida, y las
condiciones inmutables de nuestra vida.
»Fíjese usted en las gentes vulgares: a menos que las abrumen grandes desastres,
están siempre satisfechas, sin sufrir la común desdicha... Tampoco los animales la
sienten.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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