Cuando haces sufrir mucho a alguien, ese dolor no se va nunca, esa cicatriz permanece en el corazón, colocada como una ligera hoja que, caída en octubre de un gran árbol, se queda allí para siempre. Y, tanto si lo quieres como si no, ningún viento, ningún meticuloso barrendero conseguirá limpiar ese corazón nunca jamás.
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Enviada hace 7 años
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