Yo nunca me clasifiqué a mí misma con las demás niñas. Era diferente, no era de su especie. Nunca pensé que mi futuro iba a ser como el de ellas. Pero ahora sabía que era falso, que yo era exactamente como las demás: se esperaba que entregara mi vida a una casa, un marido y unos hijos. Se suponía que dejaría mis estudios naturalistas, mi cuaderno y mi amado río. Había algo perverso en toda esa costura y cocina que intentaban imponerme, en esas lecciones pesadas que yo esquivaba y rechazaba. Me entró calor y frío a la vez. Mi vida no estaba junto a la planta, después de todo. Mi vida estaba confiscada.
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Enviada por Bárbara hace 9 años
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