De camino a casa, recogió un periódico que alguien había abandonado y, en vez de detenerse para embutirlo entre los botes de pintura del carro, lo dobló y se lo metió debajo de la camisa. Cuando llegó a casa y lo sacó, el sudor había estampado la tinta sobre su piel. El diario acabó en la mesa, pero llevaba las noticias grabadas en el pecho, como un tatuaje. Se abrió la camisa y se miró bajo la tenue luz de la cocina.
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Enviada por Celestina hace 9 años
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