Se toman fotos para recordar, porque se desconfía de la memoria, porque sabemos lo débil que es, lo indolente o mentirosa que se vuelve con los años y la experiencia. Se toman fotos porque creemos que prueban algo de lo que sin ellas no estaríamos seguros, porque imaginamos que son fijas e irrefutables (al contrario de los recuerdos, que son tan frágiles y cambiantes), y porque creemos que viéndolas -reviviendo el instante- todo el resto seguirá intacto, el momento previo y el que vendrá. La vida pasa de largo, eso es lo que pensamos, pero si la tenemos a mano (y guardar fotos sirve para eso, para tener la vida a mano) es como si la viviéramos entera de nuevo. Pero siempre con las mismas imágenes, con las mismas risas (las fotos hay que sacarlas riéndose, para creer, cuando aparecen, que hemos tenido una vida feliz; porque de eso se trata, convencernos de que hicimos con ella lo que se debía, que no la hemos desperdiciado).
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Enviada por Celestina hace 9 años
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