Si supiera rezar, debería implorar que me fuera negada toda esperanza de poder huir de mí mismo. Pero mis esporádicos intentos de rezar fracasan precisamente porque en el fondo siempre espero que la oración me transformará, porque espero que me permitirá huir de mi impotencia. Pero en cuanto descubro que no es así, pierdo incluso la esperanza de haber emprendido el buen camino, y entiendo por buen camino la esperanza de poder huir de mí mismo. Esta esperanza es mi cárcel; lo sé, pero el saberlo no me abre las puertas, sino que me sirve únicamente de demostración de que mi cárcel, mi impotencia y mi nulidad existen. No estoy bastante desesperado o, como dirían los que tienen fe, bastante sometido. Oigo que me dice: "Sométete y serás libre, la cárcel se abrirá sola en cuanto hayas merecido salir de ella, ¡oh, impotente e inexistente criatura!"
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Enviada por Bartolomeu hace 9 años
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