Fue entonces cuando se le ocurrió que su torpeza no era la primera victoria de la decrepitud y la oscuridad, sino una falla del tiempo. Pensaba que antes, cuando Dios no hacía con los meses y los años las mismas trampas que hacían los turcos al medir una yarda de percal, las cosas eran diferentes. Ahora no solo crecían los niños más deprisa, sino que hasta los sentimientos evolucionaban de otro modo.
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Enviada por Helena hace 9 años
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