Pensé que en el experimento tal vez sobrara yo, tal vez faltara alguien que no estuviese “tan construido”, que no tuviera ya hechos sus gustos y trazadas sus simpatías: eché de menos al adolescente que fui, aquella esponja que podía pasar de Henry Miller a Torcuato Luca de Tena sin pedirse explicaciones a sí mismo, como podía pasar de enamorarse de una golfa encantadora conocida en una ancha madrugada y en una estrecha taberna a encenderse con las cursilerías de una niña mona…
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Enviada por Bárbara hace 9 años
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