Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habla uno de un nuevo amigo nunca te preguntan de cosas esenciales. Jamás te dicen: “¿Cómo es su voz? ¿Cuáles son sus juegos favoritos? ¿Colecciona mariposas?”
En cambio, te preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto gana? ¿Cuánto gana su padre?” Y, al obtener las respuestas a estas preguntas, creen ya conocer a las personas.
Si decimos a los adultos: “He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo…”, ellos no pueden imaginarse dicha casa. Es necesario decirles: “He visto una casa de cien mil francos”. Sólo así exclaman: “¡Qué hermosa es!”
Si les dices por ejemplo: “La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía, que era hermoso y que quería un cordero”, no lo entienden ni lo creen. Querer un cordero es prueba de que existe, entonces se encogerán de hombros y dirán que uno se comporta como un niño. Si, en cambio, se les dice: “El planeta de donde venía es el asteroide B-612″, entonces quedarán convencidos y no harán más preguntas. Es así como son las personas mayores. Y no hay que reprocharles. Los niños deben ser muy condescendientes con las personas mayores.”
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Enviada por Bárbara hace 9 años
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