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Frases del libro La metamorfosis de Franz Kafka
«Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto.»
Tal es el abrupto comienzo, que nos sitúa de raíz bajo unas reglas distintas, de La metamorfosis, sin duda alguna la obra de Franz Kafka que ha alcanzado mayor celebridad. Escrito en 1912 y publicado en 1915, este relato es considerado una de las obras maestras del siglo XX por sus innegables rasgos precursores y el caudal de ideas e interpretaciones que desde siempre ha suscitado
Aquí encontrarás una recopilación de las mejores frases del libro La metamorfosis de Franz Kafka. Frases cortas, frases célebres, citas, fragmentos del libro La metamorfosis.
Frases de La metamorfosis
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echando sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado, por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.
_¿Qué me ha sucedido?
No soñaba, no. Su habitación, una habitación de verdad, aunque excesivamente reducida, aparecía como de ordinario entre sus cuatro harto conocidas paredes. Presidiendo la mesa, sobre la cual estaba esparcido un muestrario de paños -Samsa era viajante de comercio -, colgaba una estampa ha poco recortada de una revista ilustrada y puesta en un lindo marco dorado. Representaba esta estampa una señora tocada con un gorro de pieles, envuelta en un boa también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía contra el espectador un amplio manguito, asimismo de piel, dentro del cual desaparecía todo su antebrazo.
Gregorio dirigió luego la vista hacia la ventana; el tiempo nublado (sentíanse repiquetear en el cinc alféizar las gotas de lluvia) infundióle una gran melancolía. +5
Enviada por Tomás hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Ramón hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Ramón hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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