Hay algo terriblemente seductor en el ejercicio de una influencia. No hay otra actividad que se le iguale. Proyectar el alma en una forma grácil y dejarla allí detenida un instante; escuchar las propias ideas repetidas por otro con toda la música de la pasión y la juventud; traspasar el propio temperamento como si fuese un fluido sutil o un raro perfume; supone un verdadero goce, quizá el más satisfactorio que queda en una época tan limitada y vulgar como la nuestra, en una época groseramente carnal en sus placeres, y ordinaria y vulgar en sus aspiraciones...
+1
Enviada por Bernard hace 9 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de Oscar Wilde.