Cuando se observa la vida en su extraño crisol de dolor y placer, no es posible ponerse una máscara de vidrio, ni evitar que los vapores sulfurosos perturben el cerebro y enturben la imaginación con monstruosas fantasías y sueños deformes. Hay venenos tan sutiles que para conocer sus propiedades es preciso enfermar por su causa. Hay males tan extraños que es necesario pasar por ellos para comprender su naturaleza. Y sin embargo, ¡qué gran recompensa se recibe a cambio! ¡Qué maravilloso lugar se vuelve el mundo! Conocer la extraña y dura lógica de la pasión y la rica vida emocional del intelecto, observar dónde coinciden y se separan, cuándo están en armonía y cuándo en discordia... ¡Es una delicia! ¿Qué importa cuál sea el precio? Nunca se paga un precio lo bastante alto a cambio de una sensación.
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Enviada por Tamarindo hace 9 años
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