Pero el viento volvió a soplar. Era el Levante, el viento que venía de África. No traía el olor del desierto, ni la amenaza de invasión de los moros. Por el contrario, traía un perfume que él conocía bien, y el sonido de un beso —que fue llegando despacio, despacio, hasta posarse en sus labios.
El muchacho sonrió. Era la primera vez que ella hacía eso.
—Ya voy, Fátima —dijo él.
+10

Enviada por Carina hace 9 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de Paulo Coelho.