Frases célebres y citas de Héctor Abad Faciolince

Héctor Abad Faciolince nació en Medellín (Colombia), en 1958. Estudió Periodismo en la Universidad de Antioquia y Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Turín (Italia). Se desempeñó como columnista de la revista Semana, hasta abril de 2008 y a partir de mayo de ese mismo año se integró al ahora diario El Espectador como columnista y asesor editorial. Actualmente escribe para las revistas Cambio y El malpensante.
Además de dedicarse al periodismo, es uno de los escritores colombianos más representativos en la actualidad. Es traductor y crítico literario. Sus obras se han traducido a diversos idiomas como el alemán, el griego, el italiano, el inglés y el portugués.
Aquí encontrarás una recopilación de las mejores frases de Héctor Abad Faciolince. Frases cortas, frases célebres, citas, fragmentos de libros, mensajes y pensamientos de Héctor Abad Faciolince.
Frases de libros de Héctor Abad Faciolince
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Enviada por Gertrudis hace 9 años
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Enviada por Gaspar hace 9 años
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Enviada por Victor hace 9 años
Hay una verdad trivial, pues no hay duda ni incertidumbre al decirla, que sin embargo es importante tener siempre presente: todos nos vamos a morir, el desenlace de todas las vidas es el mismo.
Sabemos que nos vamos a morir, simplemente por el hecho de que estamos vivos. Sabemos el qué, pero no el cuándo, ni el cómo, ni el dónde. Y aunque este desenlace es seguro, ineluctable, cuando esto que siempre pasa le ocurre a otro, nos gusta averiguar el instante, y contar con pormenores el cómo, y conocer los detalles de dónde, y conjurar el porqué. De todas las muertes posibles hay una que aceptamos con bastante resignación: la muerte por vejez, en la propia cama, después de una vida plena, intensa y útil.
Casi todas las otras muertes son odiosas y las más inaceptables y absurdas son la muerte de un niño o de una persona joven, o la muerte causada por violencia asesina de otro ser humano. Ante estas hay una rebelión de la conciencia, y un dolor y una rabia que, al menos en mi caso, no se mitiga. +4

Enviada por Andréa hace 9 años
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Enviada por Andréa hace 9 años
No le temo tampoco a mis deseos más oscuros, ni me siento atormentado o culpable por ellos, y si he sentido después impulsos de atracción por objetos prohibidos, como la mujer del prójimo, por ejemplo, o por mujeres mucho menores que yo, o por las novias de mis amigos, no he vivido estas infracciones como un tormento, sino como las peticiones tercas, pero ciegas e inocentes en el fondo, de la máquina del cuerpo, que deben controlarse o no, según el daño que se pueda hacer a los demás y a uno mismo, y con ese solo criterio, más pragmático y directo que el determinado por una moral absoluta y abstracta (la de los dogmas religiosos) que no cambia según las circunstancias, el momento o la oportunidad, sino que es siempre idéntica a sí misma, con una rigidez dañina para la sociedad y para el individuo. +10

Enviada por Andréa hace 9 años
Todos tenemos en nuestras vidas algunas zonas de sombra. No necesariamente son zonas vergonzosas; hasta es posible que sean las partes de nuestra historia que más nos enorgullezcan, las que al cabo del tiempo nos hacen pensar que, a pesar de los pesares, se justificó nuestro paso por la tierra, pero que como forman parte de nuestra intimidad más íntima, no queremos compartirlas con nadie. También pueden ser zonas ocultas porque nos resultan vergonzosas, o al menos porque sabemos que la sociedad que nos rodea en ese momento las rechazaría como odiosas o monstruosas o sucias, aunque para nosotros no lo sean. O pueden estar a la sombra esas zonas porque de verdad, e independientemente de cualquier tiempo o cultura, son hechos reprobables, detestables, que la moral humana cualquiera no podría aceptar. +2

Enviada por Andréa hace 9 años
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Enviada por Andréa hace 9 años
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Enviada por Enrique hace 9 años
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Enviada por Andréa hace 9 años
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