Frases célebres y citas de Vicente Blasco Ibáñez
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frases de Vicente Blasco Ibáñez. Frases cortas, frases célebres, citas, fragmentos de libros, mensajes y pensamientos de Vicente Blasco Ibáñez.
Frases de libros de Vicente Blasco Ibáñez
En el inmenso valle, los naranjales como un oleaje aterciopelado; las cercas y vallados, de vegetación menos oscura, cortando la tierra carmesí en geométricas formas; los grupos de palmeras agitando sus surtidores de plumas, como chorros de hojas que quisieran tocar el cielo, cayendo después con lánguido desmayo; villas azules y de color rosa entre macizos de jardinería; blancas alquerías, casi ocultas tras el verde bullón de un bosquecillo; las altas chimeneas de las máquinas de riego, amarillentas como cirios con la punta chamuscada; Alcira, con sus casas apiñadas en la isla y desbordándose en la orilla opuesta, toda ella de un color mate de hueso, acribillada de ventanitas, como roída por una viruela de negros agujeros. Más allá Carcagente, la ciudad rival, envuelta en un cinturón de sus frondosos huertos; por la parte del mar, las montañas angulosas, esquinadas, con aristas que de lejos semejan los fantásticos castillos imaginados por Doré; y en extremo opuesto los pueblos de la Ribera Alta flotando en los lagos esmeralda de sus huertos, de lejanas montañas de tono violeta, y el sol que comenzaba a descender como un erizo de oro. 0
Enviada por Didac hace 8 años
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Enviada por Elena hace 8 años
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Enviada por Francis hace 8 años
De las techumbres de paja de las barracas salían las bandadas de gorriones como un tropel de pilluelos perseguidos, y las copas de los arboles empezaban a estremecerse bajo los primeros jugueteos de estos granujas del espacio, que todo lo alborotaban con el roce de sus blusas de plumas. Apagábanse lentamente los rumores que habían poblado la noche: el borboteo de las acequias, el murmullo de los cañaverales, los ladridos de los mastines vigilantes. Despertaba la huerta, y sus bostezos eran cada vez más ruidosos. Rodaba el canto del gallo de barraca en barraca. Los campanarios de los pueblecitos devolvían con ruidoso badajeo el toque de misa primera que sonaba a lo lejos, en las torres de Valencia, esfumadas por la distancia. De los corrales salía un discordante concierto animal: relinchos de caballos, mugidos de vacas, cloquear de gallinas, balidos de corderos, ronquidos de cerdos; un despertar ruidoso de bestias que, al sentir la fresca caricia del alba cargada de acre perfume de vegetación, deseaba correr por los campos. +1
Enviada por Ingrid hace 8 años
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Enviada por Urania hace 8 años
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Enviada por Tomás hace 8 años
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Enviada por Laura hace 8 años
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Enviada por Tadeo hace 8 años
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Enviada por Celestina hace 8 años
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Enviada por Ulfrida hace 8 años
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