A los veintidós años, sospechando que tenía el tiempo contado, Ichimei y ella se atragantaron de amor para consumirlo entero, pero cuanto más intentaban agotarlo, más imprudente era el deseo, y quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o temprano, se equivoca: hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aún así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les da oxígeno.
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Enviada por Vladimir hace 9 años
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