A la luz del candil, vio al hombre. Era mayor que él, envejecido, y tenía los ojos separados, con una súplica profesional, madura. El corazón de Juan Medinao se quedó quieto, como si hubiera muerto.
—Hola, Juan Medinao -dijo el payaso-. Yo soy Dingo, el que te robó las monedas de plata...
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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