Un mundo alboreaba en ella, donde existirían los zapatos rotos, la tabla de multiplicar, los grandes cielos calientes, las bombillas apagadas, las balas de fusil, los insectos, las manos que palpan piel humana y corteza de árboles, un mundo de desolación y de alegría, de felicidad y de preocupaciones, de gritos y de largos bostezos. Y estaba en ella, con ella, dentro de ella con sus propios cielos, con las rejas de su cárcel, con su dolor y el lejano canto de los pájaros.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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