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Frases del libro El alcohol y la nostalgia de Mathias Énard
Una llamada en plena noche interrumpe el sueño de Mathias. Es Jeanne, que le informa de la muerte de Vladimir. Esa misma noche, Mathias parte hacia Moscú para reencontrarse con su antigua amante. Inmersos en el dolor del duelo, en el corazón de una ciudad perdida (un vasto terreno habitado por sombras), los viejos amantes se reencuentran durante un instante en torno a los restos de su amigo. Después Mathias se embarca con su silencioso amigo a bordo del transiberiano en un viaje rumbo a su pueblo natal para enterrarlo. Un viaje de tres mil kilómetros en el que se suceden paisajes y recuerdos del complejo y feroz triángulo amoroso. Una historia de amor que tuvo a los tres amigos como protagonistas en los dudosos escenarios de la capital rusa, siempre envueltos en volutas de opio. En este relato se conjugan la historia política y cultural rusa: la guerra civil de Trotski, los gulag de Shalamov, los «primeros honorarios» de Isaac Babel.
Un texto donde se entrevén las sombras de Dostoievski, Axiónov y Gógol, así como Chéjov, que se vanagloriaba de que, frente a la muerte, no queda más que el alcohol y la nostalgia.
Aquí encontrarás una recopilación de las mejores frases del libro El alcohol y la nostalgia de Mathias Énard. Frases cortas, frases célebres, citas, fragmentos del libro El alcohol y la nostalgia.
Frases de El alcohol y la nostalgia
Cerré despacio aquel pequeño volumen, miré mi pluma, mis lujosas libretas desesperadamente vacías, mi vaso, mi botella, mis estanterías, el apartamento mugriento, la vajilla acumulándose en el fregadero; pensé que no había muchas cosas realmente importantes en la vida, ni las obras que uno escribe, ni los libros que lee, ni el destino, todo acaba engullido por un bicho minúsculo como una frágil flor, estaba triste, triste y al mismo tiempo alegre… +1
Enviada por Bernard hace 9 años
…y descubrir una libertad que en realidad jamás había conocido, aparte de en los libros, en los libros que son mucho más peligrosos para un adolescente que las armas, pues me inocularon unos deseos imposibles de cumplir, Kerouac, Cendrars, o Conrad me hacían desear una partida infinita, amistades a vida o muerte a lo largo del camino y sustancias prohibidas para transportarnos, para compartir aquellos extraordinarios instantes en el camino, para arder en el mundo, ya no teníamos revolución, nos quedaba la ilusión del viaje, de la escritura y de la droga. 0
Enviada por Bernard hace 9 años
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Enviada por Bernard hace 9 años
Viajamos siempre con nuestros muertos, no debería haber dejado a Jeanne, ahora la echo terriblemente de menos. Yo que odio los viajes y ahora voy bien servido, horas y horas por delante solo con Vladimir, que no dice palabra, solo con los recuerdos, el alcohol y la nostalgia, he ahí todo lo que permanece como decía Chéjov el médico muerto bebiendo champán, a solas con frases, con versos, recuerdos; quizá Jeanne tuviese razón, voy a perderme en el fin del mundo, a desaparecer en la noche siberiana, a sumergirme en el Pacífico… 0
Enviada por Bernard hace 9 años
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