Frases célebres y citas de Ana Maria Matute
Ana María Matute (1925 - 2014) es una de las autoras españolas más importantes de la literatura contemporánea.
Nacida en Barcelona, pasó una juventud marcada por la Guerra Civil española que se reflejó en su primera obra literaria, centrada en los "los niños asombrados" que veían y, muy a pesar suyo, tenían que entender los sinsentidos que les rodeaban. Eso le llevó a plantearse la guerra civil como un enfrentamiento cainita/abelita que se manifestará en muchas de sus obras con características neorrealistas
Aquí encontrarás una recopilación de las mejores frases de Ana Maria Matute. Frases cortas, frases célebres, citas, fragmentos de libros, mensajes y pensamientos de Ana Maria Matute.
Frases de libros de Ana Maria Matute
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
A menudo nos echábamos en el suelo, boca abajo, compartiendo un mismo libro y un mismo trocito de alfombra. Tácitamente elegíamos siempre el mismo tramo, con los mismos dibujos y colores, una mezcla de rombos y círculos azul y marrón. Con los días, llegó a ser un territorio propio, una especie de refugio-cabaña en algún bosque, donde se entraba para trasladarnos a espacios sólo visibles a través de sus palabras, de donde se salía para reincorporarse al mundo exterior. Yo veía aquel trocito de alfombra como puerta, cerradura y llave de un país sólo nuestro. Se abría al entrar, se cerraba al salir. Un secreto tan íntimo que ni siquiera se podía nombrar en silencio, con el libro abierto y compartido. Si era un libro francés y contenía frases que yo, todavía, no entendía bien, él las traducía, con su peculiar pronunciación de erres rotundas, que no eran precisamente las suaves y casi guturales erres francesas. 0
Enviada por Rebeca hace 8 años
Ondina era de una belleza extraordinaria: suavísimos cabellos color alga que le llegaban hasta la cintura, ojos largos y cambiantes como la luz, que iban del más suave oro al verde oscuro, y piel blanco-azulada. Sus brazos ondeaban lentamente entre las profundas raíces de las plantas, y sus piernas se movían como las aletas de una carpa. Una sonrisa fija y brillante, que iba del nacarado de la concha al rosa líquido del amanecer, flotaba entre sus labios. Cualquier humano hubiera sentido una gran fascinación al contemplarla en todos sus pormenores, excepción hecha de las orejas, que, como todas las de su especie eran largas y puntiagudas en extremo, aunque de un tierno color, entre sonrosado y oro. +2
Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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Enviada por Raquel hace 9 años
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